Resumen Parashat Ki Tetzé

11 septiembre, 2019

Parashat Ki Tetzé – Rab Mordejai Maarabi

Nosotros, como seres humanos -Bené Adam-, sobresalimos del resto de la creación.

La vida en el mundo creado por D’s es definida como Nefesh Jaiá, Criaturas vivientes,

entre quienes están involucrados los peces, las aves, otros animales y, por supuesto,

también “se convirtió Adam en un ser viviente” (¡Adam es Nefesh Jaiá!). (Génesis 2: 7)

El término ha sido traducido por Unkelos (versión aramea) como “ente que habla”,

mientras que Najmánides sostiene que hace clara referencia al aspecto espiritual del ser

humano.

Maimónides, en su Guía de Perplejos, nos aleccionará diciéndonos que, precisamente, la

condición del ser humano al ser creado “a Imagen de D’s” consiste en su capacidad

racional, que lo distingue y eleva por sobre todo el resto.

Deducimos, por tanto, que la palabra es vida misma, condición peculiar, excluyente y

dimensionadora del Ser Viviente. Ahora bien, si podemos ser “fieles” y consecuentes

con esta introducción, así como se nos invita en ella a preservar la vida, deberíamos ser

también guardianes de las palabras.

“Ha-jaim veha-mavet, beiad ha-lashón”, sentenciaron nuestros maestros. La vida y la

muerte están a merced de nuestra lengua. Ahora, en estos tiempos de Elul, donde todo

a nuestro entorno -físico y espiritual- se prepara para recibir al nuevo año, se entiende

que la esencia de Rosh Hashaná está contenida no solo en lo que hicimos sino también en

lo que dijimos.

No es casual, querido lector, que el tiempo que se avecina, los primeros diez días del

año, no sea un conjunto de días sino uno de espacios en los que confrontar realidades,

ilusiones, logros y fracasos, cosas que dijimos que queríamos hacer y que tal vez no

alcanzamos a empezar, otras tantas que solo alcanzaron a ser deseos ni tan siquiera

expresados y otras (¿acaso las menos, acaso las más?) que aún esperan que superemos

el postergarlas.

No es casual, decíamos, que el tiempo del Nuevo Año lo inaugure la cuenta del tiempo,

para concluir, en el inicio del décimo día -Iom Kipur- no con solo la melodía (como lo es

para muchos) sino con el contenido de una plegaria que habla de nosotros, de nuestras

ilusiones, de nuestras postergaciones, de nuestros compromisos fallidos, de nuestra

palabra “venida a menos”, devaluada en el seno de una sociedad que aparenta hablar,

elevarse con la palabra otorgada pero que, definitivamente la deforma, la cosifica, la

pierde. “Kol Nidré” (o Cal Nidré) hace alusión a las promesas, los votos, los juramentos,

las “palabras dadas”, lo prometido que fue incumplido, los compromisos no asumidos

porque no pudimos, no siempre porque no quisimos.

El año judío nos pide tener en cuenta lo que decimos, no sólo lo que hacemos, porque

¿si hacemos algo malo, no diremos acaso que es a causa de un impulso? En cambio, si

decimos solamente lo malo, si la palabra se desfigura en “no compromisos”, si lo que

digo carece de valor, ¿a qué atribuiremos estas falencias?

La gran frase que inaugura el pedido de súplicas diarias es el “Ma Nomar Lefaneja…”,

“¿Qué habremos de alegar ante Ti?” ¿Con qué palabras nos vamos a presentar ante el

Creador? ¿Cuántas promesas más vamos a traer este año al Bet Ha-Keneset para no

cumplir? ¿En cuánto más pondremos a riesgo esta hermosa vida, cuya corona es la

capacidad de comunicarnos, de expresarnos, de decir al menos una sola palabra que

cura, que eleva, que ayuda, que dignifica? Palabra que dice que soy humano, “a Imagen y

Semejanza con el Todopoderoso”.

Nuestra perashá, eterna Torá de todos los tiempos, hace un lugar, dentro de las mitsvot

que abarca, para erigir una señal respecto a nuestro tema: “Cuando formulares un voto

ante HaShem tu D’s, no habrás de tardar en cumplirlo” (Debarim 23:22).Voto es Neder,

el mismo vocablo que en plural (arameo) se dice nidré (Kol Nidré). ¿Qué nos pide D’s

entonces? ¿Se puede hacer un Neder? ¡Sí! El problema no es decirlo, sino ¡cumplirlo!

Pero así y todo, la Torá enfatiza una idea: Todo es posible, pero… ¡no tardes! La palabra

y el tiempo van “de la mano”. La Torá insinúa que en toda promesa, voto, compromiso,

hay alguien que espera y que no podemos llegar “tarde a esa cita”, máxime si ese voto

fue dado y hecho ante D’s.

Pero el versículo no concluye en una expresión de deseos sino que dice más: “…Ya que

requerir, habrá de requerirlo HaShem tu D’s de contigo, y habrá en ti pecado”. Puede

ser que lo olvidemos, es posible que las posterguemos, pero las deudas hay que cancelarlas

y hay que hacerlo a tiempo, nos sugiere el texto.

Sin embargo, en un avance más para la condición humana -pues la Torá es el arte de

aceptar, no de imponer-, el texto bíblico habla y sugiere una nueva posibilidad: “Pero

cuando te abstuvieres de formular votos, no habrá en ti pecado” (23: 23).

En verdad, un elocuente versículo que habla de nuestra realidad, de nuestras flaquezas,

de nuestras frustraciones. Hacer es una misión noble, decir que voy a hacer es, a veces,

una “misión imposible”. De ahí la última recomendación de este pequeño bálsamo, en

medio de nuestra sección semanal: “Motsá Sefateja tishmor, ve asita caasher nadarta…

Nedabá asher dibarta befija…” (23: 24), “Lo que saliere de tus labios habrás de cuidar y

lo habrás de hacer… -voto voluntario- lo que hablaste de tu boca”.

Cuidar, hacer, hablar, el orden de los factores, nuevamente, no altera el producto. Si el

producto se altera es porque no está el factor principal: Yo, mi humanidad, mis compromisos, mis “labios descuidados”, mis promesas nunca acabadas y mis votos nunca

realizados, pues nosotros somos los Guardianes de las palabras.

Shabat Shalom