Tierra
Un árbol necesita estar plantado firmemente en la tierra. La tierra no sólo es la única fuente de la cual absorbe sus nutrientes, sino que también le provee de un lugar para que crezcan sus raíces.
Esto también es cierto para una persona. El Talmud explica:
Una persona cuya sabiduría sobrepasa a sus buenas acciones es comparada a un árbol cuyas ramas son numerosas, pero cuyas raíces son pocas: el viento viene y lo arranca, dándolo vuelta.
Pero una persona cuyas buenas acciones sobrepasan a su sabiduría es comparada a un árbol cuyas ramas son pocas pero cuyas raíces son numerosas. Incluso si viniera todo el viento del mundo y soplara en su contra, no podría moverlo de su lugar (Pirkei Avot 3:22).
Una persona puede parecer exitosa por fuera, llena de cosas y con un lujoso auto. Pero si las raíces son pocas – si tiene poca conexión con su comunidad y con su legado – entonces la vida le puede enviar desafíos imposibles de superar. Un viento fuerte puede arrancar a un árbol. Una persona sola es vulnerable ante las tendencias y las modas, las cuales pueden llevarlo a la desesperanza y a la destrucción.
Pero si una persona – independientemente de su riqueza y estatus – está conectada a su comunidad y legado, entonces incluso si soplaran en su contra todos los vientos del mundo, ellos no podrían moverla de su lugar.
Los seres humanos requerimos una base fuerte en donde los valores y la moral son absorbidos, y que provea un ambiente que promueva el crecimiento. En un mundo lleno de negatividad, necesitamos un filtro, un lugar seguro al que volver y en el que refrescarnos. Una comunidad provee un escudo impenetrable – la tierra en la que podemos ser nosotros mismos, cometer nuestros errores, y seguir siendo aceptados, amados y sustentados.

Agua
El agua de lluvia es absorbida por el suelo y luego – por medio de un elaborado sistema de raíces – sube por el tronco, las ramas y las hojas del árbol. Sin agua, el árbol se secaría y moriría.
La Torá es comparada con el agua, como dice Moshé: “Que mis enseñanzas caigan como la lluvia” (Deuteronomio 32:2). Tanto la lluvia como la Torá descienden del cielo y le brindan alivio a los sedientos. La Torá fluye desde Dios y ha sido absorbida por los judíos en todas las generaciones. La Torá le da ánimo y vitalidad al espíritu humano.
Una vida basada en Torá florecerá con sabiduría y buenas acciones.
Sin agua, una persona se deshidrataría y finalmente estaría desorientada, llegando al punto en que ni siquiera sería capaz de reconocer a su propio padre. Lo mismo sucede con la Torá, sin la cual una persona queda desorientada – hasta el punto en que ni siquiera es capaz de reconocer a su Padre Celestial, el Omnipotente Dios de Israel.

Aire
Un árbol necesita aire para sobrevivir, ya que éste contiene el oxígeno que necesita para respirar y el dióxido de carbono que necesita para realizar la fotosíntesis. En una atmósfera desbalanceada, el árbol se sofocaría y moriría.
La Torá (Génesis 2:7) declara que Dios exhaló aliento de vida en el hombre. La palabra hebrea para respiración – neshimá – es la misma que la palabra alma – neshamá. Nuestra fuerza espiritual viene, metafóricamente, por medio del aire y de la respiración.
Nosotros utilizamos nuestros sentidos del gusto, tacto y vista para percibir cosas físicas (incluso escuchar involucra la percepción de ondas sonoras). Pero el olfato es el más espiritual de los sentidos, dado que es el que se involucra menos con la materia física. Como dice el Talmud (Brajot 43b): “El olfato es aquello de lo que se beneficia el alma y no el cuerpo”.
En el Templo Sagrado, la ofrenda del incienso (sentido del olfato) era ofrecida diariamente y una vez al año, en el día de Iom Kipur, carbones del altar del incienso eran tomados en un incensario y eran ingresados al Kodesh HaKodashim (Santo Santuario). El Talmud (Sanhedrín 93a) dice también que cuando venga el Mashiaj olerá y juzgará – es decir, utilizará su sensibilidad espiritual para determinar la verdad en asuntos complejos.

Fuego
Un árbol también necesita fuego – luz solar – para sobrevivir. La absorción de la energía solar activa el proceso de fotosíntesis, una reacción química que es esencial para el crecimiento y la salud del árbol.
Los humanos también necesitan fuego – calidez – para sobrevivir. Ésta es la calidez de la amistad y de la comunidad. La gente absorbe energía de sus pares, amigos, familia, vecinos y asociados – y la canaliza hacia la formación de una identidad y hacia la realización de determinadas acciones. Todas las ceremonias esenciales del judaísmo están basadas en la familia y la comunidad – desde la celebración del nacimiento hasta la llegada de la madurez, el matrimonio, la educación e incluso la muerte.
El poder de la comunidad está ilustrado en la siguiente historia talmúdica:
Un anciano estaba plantando un árbol. Una persona joven pasó y preguntó: ¿Qué estás plantando?
Un algarrobo, respondió el hombre.
Tonto, dijo el joven. ¿No sabes que a un algarrobo tarda 70 años en dar frutos?
Eso está bien, dijo el hombre. Al igual que otros plantaron para mí, yo planto para las generaciones futuras.