Parashat Tetzave

10 marzo, 2017

A solas, con el Rey

La descripción del ropaje sacerdotal es el tema central de Parashat Tetzavé.
Ocho eran las prendas que vestía el Sumo Sacerdote a diario, diseñadas con oro, telas costosas y piedras preciosas. Sin embargo la Torá nos enseña que el día de Iom HaKipurim –el día más sagrado del año- se depojaba de este particular ropaje y vestía tan sólo las cuatro prendas que solian vestir los sacerdotes ordinarios (túnica, cinto, mitra y pantalones de lino) (ver VaIkrá 16, 4).
Este detalle resulta intrigante.
Habitualmente, nosotros –simples mortales- solemos vestir ropajes destacados en ocasiones especiales. Sin embargo, el Sumo Sacerdote se despojaba de su ropaje de oro para servir a Di-s con ropas sencillas en el día más crucial del calendario judío.
¿Por qué?
El midrash (VaIkrá Rabá 21, 10) propone tres respuestas a este particular interrogante.
1- Rabí Ieoshúa propone que “el acusador no puede transformarse en defensor”. Ayer Israel había bailado alrededor del becerro de oro. No corrrespondía pues que el mismo metal sirva para expiar aquel pecado.
2- Rabí Ieoshúa de Sijnín nos enseña que esto era una expresión de la piedad que siente Di-s por el dinero de Israel. El ropaje que utilizaba el Sumo Sacerdote en Iom HaKipurim se depositaba en una guenizá y no se podía reutilizar en otro Iom HaKipurim. Descartar un ropaje tan oneroso, significaría someter anualmente al pueblo de Israel a un gasto excesivamente elevado para reemplazar aquella ropa.
3- Rabí Leví dice que el motivo de dicho ropaje de lino en Iom HaKipurim era para neutralizar el ego del Sumo Sacerdote, tal como está dicho en el libro de Mishlei: “No te glorifiques en la presencia del rey” (25, 6).
Imaginemos lo que podría haber sentido el Sumo Sacerdote al momento de la avodá en Iom HaKipurim. La extrema responsabilidad que tenía en dicha jornada, podía confundirlo y provocar soberbia en su corazón.
“¡Soy especial!”. “¡Soy único!” (habrá pensado).
Y todo eso era cierto…
Pero la distancia entre el “¡Soy especial!” y el “¡Soy único!”, al “¡Soy el mejor!” suele ser siempre muy corta (más aun cuando se visten ropajes de oro y piedras preciosas…).
Es allí que se le pide que vista ropaje simple de lino, para que su ego no quede al descubierto allí cuando debe expiar por los pecados de Israel.
….
Cuando analizamos la historia de meguilat Ester, veremos que la soberbia fue la perdición de Hamán el malvado.
Hasta el final de capítulo cinco de la Meguilá, Hamán había subido paulatina e ininterrumpidamente en la consideración del rey. Su prestigio crecía y -tal como era su deseo- el pueblo judío tenía los días contados.
Hamán fue el único ministro invitado al banquete real junto al rey Ajashverosh y la reina Ester.
Era de esperar que su corazón de llene de soberbia. Sólo él frente al rey…al igual que el Sumo Sacerdote en Iom HaKipurim.
“Sin embargo, Hamán se contuvo y fue a su casa, e hizo venir a sus amigos y a Zeresh, su mujer…Y agregó Hamán: “Además la reina Ester no permitió entrar con el rey al banquete que le ofreció a nadie más que a mí” (Ester 5, 10-12).
No obstante, su ego se veía herido cada vez que veía que Mordejai el judío sentado en la puerta del palacio. Mordejai era el único –entre todos los súbditos del rey- que no le rendía pleitesía (Ester 3, 2).
El segundo tropiezo con su ego, lo tuvo Hamán cuando el rey le pidió consejo para distinguir a uno de sus súbditos.
Hamán, en su soberbía, pensó que el rey sólo podía querer distinguirlo a él.
“Entonces Hamán se dijo en su corazón: “¿A quién otro que a mí ha de querer honrar el rey?”. Y le dijo Hamán al rey: “Para el hombre a quien el rey desea honrar, sean traídos los atavíos reales que el rey suele usar, y el caballo en el que cabalga el rey. Y póngase en su cabeza una corona real. Y dense lo atavíos y el caballo en mano de uno de los príncipes más nobles del rey, para que vista así al hombre que el rey se complace en honrar y le haga pasear a caballo por las calles de la ciudad y proclame delante de él: “Así será hecho al hombre a quien el rey se complace en honrar” (Ester 6, 6-9). Ese hombre, resultó ser finalmente Mordejai quien había salvado la vida del rey de manos de Bigtán y Teresh (ver Ester 2, 21-23).
De allí hasta su caída final, habrá sólo unos pocos versículos. La esclada paulatina de Hamán en la corte de Ajashverosh, se desmoronó en unos pocos versículos a causa de su soberbia.

Había una vez un rey noble y sagaz que gozaba del respeto y de la admiración de todo su pueblo. Día a día acudían a él decenas de súbditos en busca de consejo y sabia sentencia.
En una ocasión se presentó ante el rey un comerciante que había sido victima de un robo, y pretendía hallar al ladrón.
El rey que -como dijimos- era sabio y sagaz, ordenó arrancar de cuajo la puerta de la tienda del comerciante y llevarla a la plaza de la feria para hacer “justicia” con ella. Allí se le adminitrarían cincuenta latigazos por no haber impedido el robo.
Y aun cuando dicha sentencia resultaba absurda, así se hizo. La guardia real arrancó de cuajo aquella puerta y la trajo hasta la plaza de la feria.
Cientos de personas se congregaron allí para presenciar la ejecución de la sentencia.
El rey sacó su látigo y coemzó a azotar a la puerta. Luego de haber finalizado con los cincuenta latigazos proclamó ante la multitud: “Ahora que he ejecutado mi sentencia, preguntaré a la puerta sobre la identidad del ladrón”. El rey inclinó su oído en dirección a la puerta y cuando se incorporó dijo: “La puerta no me ha dicho aun el nombre del ladrón…sólo me dijo que este tenía un agujero en su sombrero”.
Inmediatamente, un hombre entre la multitud se llevó su mano al gorro.
El ladrón había sido atrapado.
….
Si se quiere ver aflorar el ego de una persona, sólo hacen falta dos cosas: halagarla o criticarla. Colmarla de honores o humillarla.
Eso fue lo que hizo tropezar a Hamán. Esa es la razón del ropaje de lino que viste el Sumo Sacerdote en Iom HaKipurim.
La soberbia mata. En el caso de Hamán, literalmente.
Shabat Shalom!
Rab Gustavo Surazski