Parashat Vaieji
13 enero, 2017
Ayudar al Corazón cuando los Ojos no Pueden Percibir
¡Piensa en cuanto de la vida nos perdemos cuando no podemos ver realmente! Aunque nuestros ojos puedan funcionar muy bien, nuestros corazones y mentes pueden ser un impedimento para su habilidad de encontrar bendición en lo que tienen delante suyo.
La parashá de esta semana, Vaiejí, completa el ciclo de ceguera que atormenta a Jacob a lo largo de toda su vida. A medida que se aproxima a la muerte, comienza a ver claramente las bendiciones que le han sido otorgadas. Vaiejí nos obliga a reflexionar.
¿Qué significa ver? Cuando miramos a otra persona con nuestros ojos ¿vemos a la persona como es realmente? ¿O vemos solamente un reflejo de nuestra propia conexión o desconexión emocional con esa persona?
En esta parashá, nuestro patriarca Jacob finalmente descubre que el secreto para ver a los otros tal cual son se encuentra en nuestro propio corazón y alma. Cuando Jacob aprende como desprenderse de su propio dolor y aceptar a los otros como quienes realmente son, logra una conexión más profunda con sus nietos y comienza a percibirlos como individuos.
Un descubrimiento de esta índole no es algo innato para nuestro patriarca Jacob. Está rodeado de gente que carece de la habilidad de ver con claridad. Por ejemplo, leamos con cuidado el siguiente pasaje acerca de Isaac:
Y aconteció que cuando Isaac envejeció y se le ofuscaron sus ojos, de modo que no veía, llamó a Esau, su hijo mayor y le dijo “¡Hijo mío!” “y él respondió, “¡Heme aquí!” (Gen. 27:1)
La Torá nos enseña que la vista de Isaac, el padre de Jacob estaba fallando. Isaac no fue capaz de reconocer la destructiva rivalidad fraternal de sus hijos mellizos, Esau y Jacob. Las primogenituras son canjeadas, las bendiciones son robadas. Pocos comentaristas entienden “la vista le fallaba” como queriendo decir literalmente que la visión de Isaac era menos que veinte-veinte. La opinión prevaleciente es que Isaac, habiendo sobrevivido al horror emocional del intento de matarlo de su padre Abraham en la cima de la montaña, pierde su habilidad de ver – de entender – la compleja naturaleza de la interacción humana. De Isaac aprendemos que cuando la mente y el corazón han sido asaltados por un torbellino emocional, los ojos no pueden ver al mundo o a otras personas tal como realmente son. Veamos el siguiente pasaje acerca de Leá:
Y tenía Laván dos hijas: el nombre de la mayor era Leá, y el nombre de la menor Rajel. Y los ojos de Leá eran tiernos, mas Rajel era de bella figura y hermososemblante. (Gen. 29:16-17)
Se nos dice que los ojos de Leá eran tiernos. Hay una variedad de explicaciones:
Netziv mantiene que rakot [ojos tiernos] quiere decir que los ojos de Leá eran sensibles y no podía cuidar rebaños debido al dolor que el sol le causaba a sus ojos. Rashi explica que debido a las circunstancias de su matrimonio (el gran amor de Jacob por Rajel y el engaño de Laván) eran dolorosas para ella, Leá lloraba con facilidad.
Además, como nos enseña Ellen Frankel en The Five Books of Miriam (Los Cinco Libros de Miriam), la atención puesta en los ojos tiernos de Leá puede decirnos más sobre la personalidad de Jacob que sobre la de Leá:
Puesto que para engañar a su hermano se aprovecha de la ceguera de Isaac, es apropiado que su castigo se centre en los ojos. Leá agrega “A pesar que Jacob prefirió a la hermosa Rajel y trabajó siete años para ganarla, fue conmigo que se casó primero – o mejor dicho, con mis ojos, que son la única parte de mí que vio por sobre el velo. Fueron sus ojos que fallaron, de modo que al igual que su padre Isaac, eligió a la hermana equivocada.” (Ellen Frankel, The Five Books of Miriam [New York: G. P. Putnam’s Sons, 1996], p. 51)
Porque la cara de Leá estaba cubierta con un velo en su boda, nos imaginamos que las únicas partes que Jacob puede ver son sus ojos. Aunque los ojos son las ventanas del alma, Jacob no podía ni mirar hacia adentro en su propio corazón ni hacia fuera para diferenciar los ojos (y el alma) de su amada Rajel de los de su primera esposa Leá. Del matrimonio de Jacob y Leá aprendemos que cuando nos pesa el corazón, los ojos no pueden ver con claridad.
En esta parashá se nos enseña que los ojos de Jacob también estaban kavdu mizoken, “nublados” u “ofuscados por la vejez” (Gen. 48:10). Después de haber soportado su agitada vida – huir de una familia disfuncional, escapar de un hermano enfurecido, ser engañado inicialmente para que no se casara con su amada Rajel, no ser capaz de ver los problemas entre sus hijos, soportar la aparente muerte de su amado hijo Iosef – Jacob carece de más que de una vista excelente. A lo largo de toda su vida es incapaz de abrir su corazón lo bastante como para ver la belleza delante de sus ojos.
Es decir, no es capaz de hacerlo hasta la parashá de esta semana – hasta que por último se da cuenta al final de su vida que debe trascender su sufrimiento y abrazar a los que quiere amar con amplitud y franqueza. Así que pone sus brazos alrededor de sus nietos Menashe y Efraín, y los llama suyos. Les ofrece bendiciones porque reconoce – finalmente ve – que ellos son parte de su propia bendición. Poco después bendice a todos sus hijos, ofreciéndoles sabiduría basada en su nueva comprensión (la visión que encuentra dentro suyo).
¡Que pena que Jacob tenga que esperar hasta el fin de sus días para ver las bendiciones y la belleza que lo rodean! Para ayudarnos a no ser tan ciegos, los días sagrados judíos nos animan a ver lo que realmente es y lo que realmente puede ser. Aprendemos de Jánuca que en medio de la oscuridad podemos aumentar la luz en nuestras vidas y en el mundo, permitiéndonos ver con más claridad. Aprendemos de Pesaj que en mitad de la desesperanza podemos prever un mañana mejor y dirigirnos hacia un futuro más luminoso. Y aprendemos de Iom Kipur que cuando nos alejamos de esas sensaciones que nos confunden o nos controlan, logramos una visión interior que nos permite vislumbrar la verdad que reside dentro nuestro.
¿Aprenderás a ver la vida como es realmente? ¿Encontrarás un camino para ver las bendiciones que son tuyas y las que pueden serlo? Que puedas – a diferencia de Jacob – encontrar esta compresión más pronto – ahora – para que aún puedas disfrutar las bendiciones que te rodean.
RABINO PAUL J. KIPNES