Resumen Parashat Vaerá
12 enero, 2018
En el comienzo de la Parashá de esta semana, Moshé vive algo que prácticamente todos los profetas en algún momento experimentan: el pueblo no lo escucha. Parte de la frustración del trabajo del Profeta, reside precisamente en que su mensaje es altamente impopular, la gente no quiere oir lo que el profeta tiene para decir. El mensaje profético no es ‘bonito’, no es atractivo, no es un mensaje reconfortante sino precisamente lo contrario: incomoda, intenta sacar al pueblo de su zona de confort. Es precisamente por esa peculiaridad del lugar de profeta que Yonah decide huir del llamado divino y esconderse. ¿Para que ir a predicar si el pueblo no va a oirme?
Vemos, por ejemplo, en los libros de Melajim, las dificultades que tenían los profetas para hacerse oir en las cortes de los reyes. Eliahu, Elisha y todo su séquito de profetas de Dios eran perseguidos, obligados a esconderse y asesinados. Mijaiahú ben Imlá (Melajim I cap. 22) es denostado por el rey Ajab tan solo por decir lo que efectivamente iba a suceder en la guerra contra Aram, a diferencia de lo que los falsos profetas le indicaban.
Al igual que estos y muchos otros ejemplos, Moshé no encuentra eco en el pueblo de Israel, que elige desoir su mensaje de redención. El versículo dice específicamente “Y no oyeron a Moshé por ‘kotzer ruaj’ y trabajo duro”.
Rashi explica la expresión ‘Kotzer Ruaj’ como algo físico: dificultad para respirar. De hecho, Ruaj significa aire en movimiento, y por lo tanto es plausible su explicación. Cuando alguien está oprimido por el trabajo duro, su respiración se hace más acelerada y cada inspiración es más corta. No podían respirar profundo. Pero ¿es esto lo que impide que el pueblo escuche el mensaje?
Hirsch, por su parte, entiende la expresión en un sentido figurado, para él significa ‘impaciencia’. Ramban, por su parte, identifica el ‘kotzer ruaj’ con el temor del pueblo de Israel hacia el Faraón, el miedo de que los mate cuando ellos sigan a Moshé.
Lo que tienen en común todas estas interpretaciones, es que nos cuentan que el pueblo de Israel tiene una dificultad para oir el mensaje verdadero y liberador de Moshé. Este ‘obstáculo’ les impide ver lo que si pudieran, desearían ver. Jeremías ilustra esto de una manera muy simbólica: ‘sus oídos están incircuncisos’, es decir, tienen un obstáculo que no les permite oir.
Es interesante que la Torá ve esto no como algo ‘malo’ por parte del pueblo, sino como un desafío que debe ser superado por Moshé. No son castigados ni reprendidos por esa situación, porque se entiende que son víctimas. Al estar siendo oprimidos, su capacidad de oir es limitada, y no los juzgamos por ello. Pero así como la Torá no los juzga, tampoco capitula en su empresa de liberación a causa de la sordera del pueblo. Ellos no oyen y entendemos que no son culpables de no oir. Pero Moshé debe seguir insistiendo hasta que oigan. Porque la responsabilidad del líder no es decir lo que el pueblo quiere oir, sino lo que el pueblo debe oir. Así lo entienden los profetas del pueblo de Israel, cuando no bajan los brazos por temor a que no los oigan, o a que se enfaden con ellos a causa de su mensaje.
La virtud del líder no está en moldear un discurso en función de su demanda, sino de los valores y principio que representa, en esta caso el mandato divino de dar libertad al pueblo y llevarlo a la tierra de sus ancestros. Muchas veces, nos cuesta decir ‘no’ o responder ciertas cosas como son, porque sabemos que el otro no va a oirnos, o peor aún, se va a enojar con nuestro mensaje. Otras veces, estamos del otro lado de la conversación, y elegimos ‘matar al mensajero’ porque su mensaje nos molesta. Estos son síntomas de ‘kotzer ruaj’, de un espíritu estrecho, de el temor y la impaciencia que nos provoca estar oprimidos en situaciones que nos destruyen pero a la vez nos proveen del confort de lo conocido.
Resulta pues aleccionador el mensaje de la Parashá, a seguir hablando cuando estamos convencidos de lo que decimos, aún cuando no haya quien quiera escuchar. Y de intentar antes de criticar al mensajero, abrir nuestro espíritu para dejarnos penetrar por un mensaje que aunque duela, puede liberarnos.
Shabat Shalom U Mevoraj!
Rab. Guido Cohen