Resumen Parashat Ki Tisa
20 febrero, 2019
Parashat Ki Tisa – Sem. Benjamín Alaluf
Leemos esta semana parashat Ki Tisá, una de la las parashiot donde probablemente queda más clara y demostrada la capacidad de Moshé como líder del pueblo a la hora de tomar decisiones sobre éste, en el momento de protegerlos y guiarlos. En esta parashá Moshé sube al Monte Sinaí con el fin de recibir las tablas que contenían la Ley y lo que sigue a continuación es un relato bastante conocido por muchos. Con el pasar de los días el pueblo se comenzó a impacientar porque Moshé no bajaba y le reprochaban a Aarón una solución a su angustia.
Acá aparece uno de los símbolos más potentes de todo el texto, que es este becerro de oro que es creado como un medio para calmar la ansiedad del pueblo, pero que a su vez demuestra lo frágil que es la fe y la convicción, que pese a ver maravillas frente a la adversidad los ideales pueden dar un giro muy brusco si el contexto lo sugiere. Y mientras todo esto ocurría Moshé efectivamente estaba arriba, en el monte, recibiendo las Tablas de la Ley y por extensión toda la Torá. Es durante este período que Dios le informa que el pueblo abajo se ha corrompido y que baje. Moshé toma las tablas consigo y comienza a descender hasta que en un punto oye voces de fiesta y comprende que algo estaba mal, a medida que se acercaba pudo confirmarlo al ver el becerro y al pueblo danzando entonces arrojó las tablas y las quebró al pie del monte.
Hay un Midrash muy interesante que se pregunta por qué Moshé rompió las tablas recién después de haber visto el becerro, ¿acaso no le creyó a Dios cuando le dijo que descienda porque el pueblo se había corrompido? Según este Midrash de Moshé podemos aprender una norma de conducta fundamental: cuando uno escucha una acusación contra alguien, no importa cuán confiable y creíble sea la persona que lo cuenta, no se debe prestar atención a aquello ni obrar en consecuencia hasta constatar con los propios ojos el hecho.
Vivimos en un mundo lleno de acusaciones, prejuicios, habladurías y exageraciones de la realidad que no hacen sino que distorsionar los hechos y muchas veces atentar de forma errónea e injusta contra la reputación de algunas personas. Un mundo de verdad, aquel en el que la verdad es un valor absoluto, es un modelo al que debemos aspirar pero para eso debemos cuidarnos de creer y suponer, solamente guiándonos por la certeza. Moshé no juzgó al pueblo por un hecho tan grave sin antes ver, a pesar que fue Dios mismo el que le dijo que se había corrompido. Cuánto más nosotros debemos cuidar nuestras reacciones ante la especulación. Quiera Dios que creemos un mundo de honestidad, justicia, donde valoremos los hechos por sobre las intuiciones, un mundo de Verdad.
¡Shabat Shalom!